Bicis, coches, peatones y demás fauna urbana
Para comenzar diré que me considero parte de todas las especies que pululan por la urbe.
Soy peatón, la que más me gusta, Madrid es una ciudad muy agradable para andar, grande para poder perderse y no salirse en una hora andando y con un centro histórico suficiente para disfrutar muchas tardes paseando. Además, combinado con los transportes colectivos es hasta rápido.
Soy ciclista, voy al trabajo en bici y a algunos recados.
Soy automovilista, me encantan los coches y conducir, aunque últimamente el daño medioambiental y el atentado a la salud me corta un poco en su uso urbano.
Con este prólogo aprecio que últimamente aparecen discrepancias entre estas especies. El problema es que una está buscando espacio que ocupan las otras y éstas se revuelven. Hace unas semanas fue el día de la bicicleta, el ciclismo o algo parecido. Monsergas. Esto de los días así me parece una soberana gilipollez. Si queremos fiesta, demos fiesta y en paz. Consagrarnos a los santos modernos, llámese ciclismo, orgullos o flautas traveseras creo que no aporta nada salvo molestar a otros. Me dirán que si motivación, promoción, distracción y demás. Vale, pero a mi no me aporta nada más que un partido de fútbol de la máxima, me distrae de cosas más importantes y soy más fácilmente manipulable.
Ese día en concreto hizo que salieran opiniones a favor y otras en contra. Desde ese día tengo idea de escribir esto que pongo ahora.
Soy adicto a la radio clásica, la que hablan y me cuentan cosas. Voy a todos los lados con mi pequeño aparato de radio AM-FM. Mis hijos no entienden esta adicción. En la radio siempre he seguido a múltiples locutores-periodistas-lo que sean y uno al que llevo muchos años siguiendo en sus periplos por varias emisoras es a Luis del Val. Me parece uno de los grandes articulistas en la radio y es un placer escuchar lo que dice siempre. Siempre ilustrado, culto y dominando la oratoria como pocos. Peeeeero el día de la bicicleta dedicó su artículo a describir todas y cada una de las malas actitudes de los ciclistas y en cada una de ellas a plantear el orgullo de pertenecer o no al colectivo. En varios artículos suyos que se pueden encontrar por internet su talante es similar y me entristece que otro gran comunicador como es Ángel Expósito (al que sigo desde hace tiempo con verdadero deleite) vaya por los mismos derroteros. No digo que no tengan razón, pero me molesta que ellos no vayan más allá. Obviamente no distingo en ellos oscuros intereses en este tema, es más por pura animadversión social y protección del espacio propio, muy interiorizado como animales que somos.
Por la imagen que ellos transmiten (y que puede ser que no coincida con la realidad, es mi opinión sobre la imagen que me hago de ellos), a mi me parece que pueden ser dos personas a las que les gusta pasear por la parte de la ciudad en la que se mueven, céntrica de alto nivel, sin problemas de grandes desplazamientos urbanos en horas punta y muy posiblemente cuenten con un buen vehículo alemán diésel para desplazamientos más largos o usen taxis diésel que marcan su territorio a sangre y fuego entre el tráfico rodado. Bueno, pues en ese mundo idílico se ha colado otra especie, el ciclista salvaje que busca su hueco de malas... o buenas maneras. A mi que no me quiten uno de los cuatro carriles para mi coche, a mi que no me quiten mi acera, a mi que no me quiten la venda que me impide ver como la contaminación que provoco moviendo dos toneladas de metal para desplazarme acorta la vida a la gente (incluido yo). Yo, urbanita con más derechos que nadie, ya tengo acostumbrado a mis vecinos a no respetar el límite de 50 en ciudad, a respetar los pasos de peatones cuando se me tiran los mismos, que si se paran no los dejo pasar. Y si es un ciclista en un paso de peatones, apaga y vámonos. Caza mayor. Me ha costado años conseguir no poner un intermitente para evitar accidentes, que se acostumbren los demás a mis intenciones. Además, mi super-diésel sobrepasa los 200 km/h de largo, Ya estamos acostumbrados a que los 120 sean una velocidad de caracoles en cualquier carretera. ¡Vivan los avisadores de radares! Llevo muchos años de especie dominante campando por mis respetos para que venga un cualquiera que no contamina a toserme. Además de no querer verlo en mi entorno, no quiero que se cree uno para él. ¿Qué es eso de invertir algo de dinero público en esa especie? Estamos locos, además me permito decir perlas como esta:
"Esta tontería contemporánea que satisface al 0,2% de la población y es sufragado por el 99,8% restante, goza de un gran prestigio, que para mí es un insondable misterio."
Perla publicada en: http://www.laregion.es/opinion/luis-del-val/irresistible-ascension-bicicleta/20160513084556621382.html
Señor del Val, es mejor seguir subvencionando el diésel entre el 100% de la población para envenenar a ese mismo 100%. Es más equitativo. Cualquier inversión en algo que pueda provocar alguna mejora medioambiental siempre va a ser onerosa para el erario público, porque no se suele ganar pasta con ella y las grandes corporaciones se gastan dicha pasta en engañar a los organismos controladores. Se subvenciona de mil maneras a fábricas de coches que se afanan en saltarse los controles medioambientales, pero eso parece que no le interesa tanto.
En la especie peatonil, también hemos conseguido no cruzar por lo pasos marcados, saltarme el semáforo si no vienen coches aunque lo tenga rojo, a andar por los carriles bici. A dejar al chucho mear en todas las fachadas, incluyendo portales. ¡Ah! Pero las cacas las recojo si me mira alguien.
Podría seguir diciendo estupideces como éstas muuuuuucho tiempo cuando mentes preclaras como los que he nombrado (por ser muy admirados por mi) podían estar haciendo mejor labor fomentando lo único importante: el RESPETO. Entre especies, personas, entes, lo que sea. Dejemos la tontería de la tolerancia y pasemos al respeto.
Volviendo a las especies urbanas y como opinión personal, debemos copiarnos de los países que nos llevan años de adelanto y a partir de ahí crear las infraestructuras coherentes con la nueva situación y hacer que se usen como se debe. Yo propongo carriles bici estudiando bien la urbe, en algunos sitios será quitando espacio a los coches, en otros a través de parques o en espacios de peatones. En todos los casos, usar el cerebro, no las rancias costumbres o el radicalismo estúpido. Hay que aprender de los errores, no se pueden mezclar churras con merinas, como en Madrid Río, que se obliga a convivir peatones con ciclistas y los días de mucha afluencia no funciona, porque los ciclistas no respetan los 10 km/h que tienen marcado. Hay que tener claro que el ciclismo urbano no es para hacer deporte y batir records, para eso están las carreteras (donde no hay respeto ninguno por los ciclistas) y los caminos de montaña, habitualmente destrozados por los vehículos a motor.
Que las mentes preclaras tomen estas posturas subjetivas mirando la realidad desde el cristal tintado de coche envenenador provoca escenas como la que he visto hoy: Carril bici en la Ciudad Universitaria de Madrid, de los mejores que hay en la ciudad, sin haber quitado nada de acera, separado de la misma por un macizo vegetal de más de un metro de ancho. Chica en bici que se encuentra con los habituales peatones por dicho carril bici y dice pasando: "Perdón, este carril no es para peatones, ¡gracias!" Textual, ni una palabra más ni una menos. Respuesta del peatón: "¡Pero qué dices, imbécil!" Textual también. Eso lo oí directamente (iba con mi bici detrás de la chica). Ambos nos callamos, creo que porque de semejante impresentable no íbamos a poder obtener la más mínima muestra de respeto a la educación que había demostrado la chica. Este testimonio puede contradecirse con miles que traten sobre la falta de respeto de los ciclistas no urbanos como son los deportista-velocistas o los macarras de toda la vida que da igual donde pongan el culo, en un sillín o en un asiento de piel de un diésel.
Resúmen: RESPETO, veracidad contando las cosas y que los próceres circulen por la ciudad en bici, coche, a patita o en transporte público antes de invertir el dinero del contribuyente.
Soy peatón, la que más me gusta, Madrid es una ciudad muy agradable para andar, grande para poder perderse y no salirse en una hora andando y con un centro histórico suficiente para disfrutar muchas tardes paseando. Además, combinado con los transportes colectivos es hasta rápido.
Soy ciclista, voy al trabajo en bici y a algunos recados.
Soy automovilista, me encantan los coches y conducir, aunque últimamente el daño medioambiental y el atentado a la salud me corta un poco en su uso urbano.
Con este prólogo aprecio que últimamente aparecen discrepancias entre estas especies. El problema es que una está buscando espacio que ocupan las otras y éstas se revuelven. Hace unas semanas fue el día de la bicicleta, el ciclismo o algo parecido. Monsergas. Esto de los días así me parece una soberana gilipollez. Si queremos fiesta, demos fiesta y en paz. Consagrarnos a los santos modernos, llámese ciclismo, orgullos o flautas traveseras creo que no aporta nada salvo molestar a otros. Me dirán que si motivación, promoción, distracción y demás. Vale, pero a mi no me aporta nada más que un partido de fútbol de la máxima, me distrae de cosas más importantes y soy más fácilmente manipulable.
Ese día en concreto hizo que salieran opiniones a favor y otras en contra. Desde ese día tengo idea de escribir esto que pongo ahora.
Soy adicto a la radio clásica, la que hablan y me cuentan cosas. Voy a todos los lados con mi pequeño aparato de radio AM-FM. Mis hijos no entienden esta adicción. En la radio siempre he seguido a múltiples locutores-periodistas-lo que sean y uno al que llevo muchos años siguiendo en sus periplos por varias emisoras es a Luis del Val. Me parece uno de los grandes articulistas en la radio y es un placer escuchar lo que dice siempre. Siempre ilustrado, culto y dominando la oratoria como pocos. Peeeeero el día de la bicicleta dedicó su artículo a describir todas y cada una de las malas actitudes de los ciclistas y en cada una de ellas a plantear el orgullo de pertenecer o no al colectivo. En varios artículos suyos que se pueden encontrar por internet su talante es similar y me entristece que otro gran comunicador como es Ángel Expósito (al que sigo desde hace tiempo con verdadero deleite) vaya por los mismos derroteros. No digo que no tengan razón, pero me molesta que ellos no vayan más allá. Obviamente no distingo en ellos oscuros intereses en este tema, es más por pura animadversión social y protección del espacio propio, muy interiorizado como animales que somos.
Por la imagen que ellos transmiten (y que puede ser que no coincida con la realidad, es mi opinión sobre la imagen que me hago de ellos), a mi me parece que pueden ser dos personas a las que les gusta pasear por la parte de la ciudad en la que se mueven, céntrica de alto nivel, sin problemas de grandes desplazamientos urbanos en horas punta y muy posiblemente cuenten con un buen vehículo alemán diésel para desplazamientos más largos o usen taxis diésel que marcan su territorio a sangre y fuego entre el tráfico rodado. Bueno, pues en ese mundo idílico se ha colado otra especie, el ciclista salvaje que busca su hueco de malas... o buenas maneras. A mi que no me quiten uno de los cuatro carriles para mi coche, a mi que no me quiten mi acera, a mi que no me quiten la venda que me impide ver como la contaminación que provoco moviendo dos toneladas de metal para desplazarme acorta la vida a la gente (incluido yo). Yo, urbanita con más derechos que nadie, ya tengo acostumbrado a mis vecinos a no respetar el límite de 50 en ciudad, a respetar los pasos de peatones cuando se me tiran los mismos, que si se paran no los dejo pasar. Y si es un ciclista en un paso de peatones, apaga y vámonos. Caza mayor. Me ha costado años conseguir no poner un intermitente para evitar accidentes, que se acostumbren los demás a mis intenciones. Además, mi super-diésel sobrepasa los 200 km/h de largo, Ya estamos acostumbrados a que los 120 sean una velocidad de caracoles en cualquier carretera. ¡Vivan los avisadores de radares! Llevo muchos años de especie dominante campando por mis respetos para que venga un cualquiera que no contamina a toserme. Además de no querer verlo en mi entorno, no quiero que se cree uno para él. ¿Qué es eso de invertir algo de dinero público en esa especie? Estamos locos, además me permito decir perlas como esta:
"Esta tontería contemporánea que satisface al 0,2% de la población y es sufragado por el 99,8% restante, goza de un gran prestigio, que para mí es un insondable misterio."
Perla publicada en: http://www.laregion.es/opinion/luis-del-val/irresistible-ascension-bicicleta/20160513084556621382.html
Señor del Val, es mejor seguir subvencionando el diésel entre el 100% de la población para envenenar a ese mismo 100%. Es más equitativo. Cualquier inversión en algo que pueda provocar alguna mejora medioambiental siempre va a ser onerosa para el erario público, porque no se suele ganar pasta con ella y las grandes corporaciones se gastan dicha pasta en engañar a los organismos controladores. Se subvenciona de mil maneras a fábricas de coches que se afanan en saltarse los controles medioambientales, pero eso parece que no le interesa tanto.
En la especie peatonil, también hemos conseguido no cruzar por lo pasos marcados, saltarme el semáforo si no vienen coches aunque lo tenga rojo, a andar por los carriles bici. A dejar al chucho mear en todas las fachadas, incluyendo portales. ¡Ah! Pero las cacas las recojo si me mira alguien.
Podría seguir diciendo estupideces como éstas muuuuuucho tiempo cuando mentes preclaras como los que he nombrado (por ser muy admirados por mi) podían estar haciendo mejor labor fomentando lo único importante: el RESPETO. Entre especies, personas, entes, lo que sea. Dejemos la tontería de la tolerancia y pasemos al respeto.
Volviendo a las especies urbanas y como opinión personal, debemos copiarnos de los países que nos llevan años de adelanto y a partir de ahí crear las infraestructuras coherentes con la nueva situación y hacer que se usen como se debe. Yo propongo carriles bici estudiando bien la urbe, en algunos sitios será quitando espacio a los coches, en otros a través de parques o en espacios de peatones. En todos los casos, usar el cerebro, no las rancias costumbres o el radicalismo estúpido. Hay que aprender de los errores, no se pueden mezclar churras con merinas, como en Madrid Río, que se obliga a convivir peatones con ciclistas y los días de mucha afluencia no funciona, porque los ciclistas no respetan los 10 km/h que tienen marcado. Hay que tener claro que el ciclismo urbano no es para hacer deporte y batir records, para eso están las carreteras (donde no hay respeto ninguno por los ciclistas) y los caminos de montaña, habitualmente destrozados por los vehículos a motor.
Que las mentes preclaras tomen estas posturas subjetivas mirando la realidad desde el cristal tintado de coche envenenador provoca escenas como la que he visto hoy: Carril bici en la Ciudad Universitaria de Madrid, de los mejores que hay en la ciudad, sin haber quitado nada de acera, separado de la misma por un macizo vegetal de más de un metro de ancho. Chica en bici que se encuentra con los habituales peatones por dicho carril bici y dice pasando: "Perdón, este carril no es para peatones, ¡gracias!" Textual, ni una palabra más ni una menos. Respuesta del peatón: "¡Pero qué dices, imbécil!" Textual también. Eso lo oí directamente (iba con mi bici detrás de la chica). Ambos nos callamos, creo que porque de semejante impresentable no íbamos a poder obtener la más mínima muestra de respeto a la educación que había demostrado la chica. Este testimonio puede contradecirse con miles que traten sobre la falta de respeto de los ciclistas no urbanos como son los deportista-velocistas o los macarras de toda la vida que da igual donde pongan el culo, en un sillín o en un asiento de piel de un diésel.
Resúmen: RESPETO, veracidad contando las cosas y que los próceres circulen por la ciudad en bici, coche, a patita o en transporte público antes de invertir el dinero del contribuyente.
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